jueves, 27 de diciembre de 2012

El anillo.

- “Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?”
El maestro sin mirarlo, le dijo:
- Cuanto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después. Y haciendo una pausa agregó: - Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este problema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
- Encantado maestro, titubeó el joven, pero sintió que otra vez era desvalorizado, y sus necesidades postergadas.
- Bien, asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño y dándoselo al muchacho, agregó: - toma el caballo que está allá afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Ve y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta.
Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado, más de cien personas, y abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó.
Cuanto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro, podría entonces habérsela entregado él mismo al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.
Entró en la habitación. - Maestro dijo - lo siento, no pude conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
- Qué importante lo que dijiste, joven amigo contestó sonriente el maestro. - Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregunta cuánto te da por él, pero no importa lo que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil con su lupa, lo pesó y luego le dijo:
- Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.
- ¡¡ 58 Monedas !! exclamó el joven.
- Si, replicó el joyero, - yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé… si la venta es urgente.
El joven corrió emocionado a la casa del maestro a contarle lo sucedido.
- Siéntate dijo el maestro después de escucharlo. -Tú eres como este anillo: una joya valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño.

QUE DIOS NO PERMITA


QUE DIOS NO PERMITA


Que yo pierda el ROMANTICISMO, aún sabiendo que las rosas no hablan...

Que yo pierda el OPTIMISMO, aún sabiendo que el futuro que nos espera puede no ser tan alegre...

Que yo pierda las GANAS DE VIVIR, aún sabiendo que la vida es, en muchos momentos, dolorosa...

Que yo pierda las ganas de TENER GRANDES AMIGOS, aún sabiendo que, con las vueltas de la vida, ellos se terminan yendo...

Que yo pierda las ganas de AYUDAR A LOS DEMAS, aún sabiendo que muchos son incapaces de ver, reconocer y retribuir, esta ayuda...

Que yo pierda el EQUILIBRIO, aún sabiendo que innumerables fuerzas quieren que me caiga...

Que yo pierda las GANAS DE AMAR, aún sabiendo que lapersona que mas amo puede no sentir lo mismo por mi...

Que yo pierda la GARRA, aún sabiendo que la derrota y la pérdida son dos adversarios extremadamente peligrosos...

Que yo pierda el AMOR POR MI FAMILIA, aún sabiendo que ella muchas veces me exigirá esfuerzos increíbles para mantener su armonía...

Que yo pierda las ganas de SER GRANDE, aún sabiendo que el mundo es pequeño...Y encima de todo...

Que yo jamás olvide que Dios me ama infinitamente!

Ese terrible.


Ese terrible: “te quiero como amigo”

Sin duda es el pretexto más utilizado . Por lo menos de esta parte del mundo, cada vez que una persona intenta ganar los favores del  corazón  de otra y ve que inevitablemente la respuesta a su petición será negativa.
Y como esta frase se usa indiscriminadamente creo que es momento de sospechar y buscar una posible explicación sobre su uso y (abuso) en este siempre intrincado mundo de las lindes sentimentales.
La primera explicación evidente es que esta frase es una respuesta inmediata ante un sentimiento de culpa. El cliché cumple aquí la importante función de sacar de apuros a quien da “la terrible respuesta” que “romperá el corazón” de aquel iluso  que tenía una gran expectativa.
Ese discurso trillado encuentra una segunda explicación en el hecho de que nuestra sociedad, machista hasta el tuétano, ha impuesto moldes, roles y hasta frases pre concebidas que se sueltan inconscientemente en situaciones determinadas. En este contexto se ven obligados a otorgar “una explicación”, una justificación a su negativa con tal de no quedar como una  “mala gente”, “cruel” y “sin corazón” . También se le puede añadir a esta explicación el hecho de que en estos tiempos del consumismo, del 2 x 1, del valor agregado, del 50 % más y las ofertas telefónicas, se ofrezca la “amistad” como el jabón que viene con la pasta de dientes por el mismo precio. Al final, esta postura es reveladora del profundo desprecio que en estos tiempos se tiene hacia la amistad convirtiéndolo en una categoría opcional, de segunda mano, casi como la llanta de repuesto en caso de emergencias.
Indirectamente se le dice a la persona “ya que no puedes tener mi amor, al menos confórmate con mi amistad”. Claro, lo que no se dice es por lo general imposible. Porque la amistad “autentica” ya se ha ejercido con otras personas, con las que hemos compartido experiencias diversas y acciones en común, a las que el tiempo ha consolidado como nuestros “amigos”.
Por lo tanto, decirle a ese caballero “te quiero como amigo” es una farsa más grande que la TORRE DE BABEL, porque las circunstancias evidentes hacen imposible el sano ejercicio de la amistad. En todo caso la solución del dilema de tal magnitud debería ser simplemente: la sinceridad.
En vez de mellar y joder más el concepto de amistad deberían armarse de valor y decir algo así: “te digo que NO, sencillamente porque eres un idiota, porque no me gustas, porque no tenemos nada en común, porque tú eres feo y yo no , etc, etc, etc”.
De esta forma creo que nos evitaríamos más confusiones, y de paso dejamos de menoscabar el valor de la amistad que de por sí ya carga sus propios problemas.

Es una reflexión sobre una realidad cotidiana en el complejo mundo sentimental del hombre...


Cada día un poco menos.



De un tiempo acá así lo he sentido, usted hace cosas que parece  disfruta y tal vez no lo hace con dolo o alevosía, pero si fuéramos tan buenos amigos como dice, evitaría hacer cosas que me incomodan e incluso me duelen.
Tal vez disfruta el hecho de saber que cuenta con dos personas que le aman profundamente (para mí en su lugar  sería un placer sin duda) y a veces creo que usted abusa de ello, de que se le ame demasiado y hace y dice cosas sin pensar en el otro. Usted no actúa de manera inconsciente,  sabe muy bien mis sentimientos hacia usted y sin embargo sigue ahí y le creo sus sinceros sentimientos que le motiva a seguir ahí, pero a veces empiezo a amarle cada día un poco menos, me imagino que es lo que usted espera, que me desilusione poco a poco, que me duela cada vez más verle con otra persona y le olvide para siempre, por mi parte no se preocupe, desde hace mucho tiempo me di cuenta que esa batalla ya estaba perdida o incluso desde que la empecé.
Bajas y abyectas pasiones revuelven mis entrañas al ver ciertas cosas, pero resisto, no me derrumbo aun que por dentro quisiera correr, gritar y revolcarme, pero ante todo soy, lo que  algunos dicen, un caballero.
El silencio que invade mi ser es lo único que me queda y es  lo único a lo que me tengo que resignar.
 Su estupidez es infinita y eso me embriaga de coraje y hace preguntarme, ¿Cómo alguien puede rechazar un amor tan desbordante que le ofrece otra persona? lo que le he compartido de mi no es nada si hubiera aceptado que estuviéramos en otras circunstancias; mi capacidad de amar se hubiera exhibido al máximo, se lo aseguro; pero ¿Qué recibí? un rotundo no, recibí pan, cuando mi ser pedía agua para calmar mi sed y estúpidamente con eso me conforme.
A veces creo que lo hizo por compasión, así lo sentía en su mirada, como decir: "no puedo dar esto, pero doy esto otro para no verme mal agradecido de lo que recibo"
Es usted buena persona, que de eso no le quede la menor duda, mi concepto de usted no ha cambiado con el paso de los años y al son de su armoniosa voz sucumbo inmediatamente, no lo puedo ocultar ni lo voy  negar es usted mi debilidad.
Debo empezar a amarle un poco menos cada día, para que esos días se traduzcan en semanas y estas a su vez en meses y estos en años, hasta que ya no le ame completamente; disculpe si sueno egoísta pero es por mi bien y salud emocional y creo que el suyo también.